lunes, 11 de junio de 2012

La religión en el cine mexicano

En México se han producido películas de alta calidad que han tratado temas religiosos, tanto en el cine clásico, como en el moderno. Hagamos un recuento:

Sorprende descubrir que en la época de oro del cine mexicano, cuando la sociedad era sumamente católica y conservadora, se rodaron cintas con temas bastante atrevidos:

“En tiempos de la Inquisición”, de Juan Bustillo Oro (1946), presenta el amor entre un cristiano y una mujer musulmana, lo cual resulta en tragedia.

“Doña Perfecta”, de Alejandro Galindo (1950), es el drama de un libre pensador en un pueblo muy religioso controlado por una dama católica fanática.


“Miércoles de ceniza”, de Roberto Gavaldón (1958), presenta el caso de una mujer violada por un sacerdote, la cual se vuelve anti-católica y lucha contra los cristeros.

En el cine post-clásico destacan: “Fe, esperanza y caridad” (1972), que presenta las tres virtudes cristianas en el contexto de la pobreza mexicana.

“El profeta Mimí”, de José Estrada (1972), y “La venida del rey Olmos”, de Julián Pastor (1974), que tratan sobre líderes de sectas.

“El Nuevo Mundo”, de Gabriel Retes (1976), es una película histórica que cuestiona la leyenda de la virgen de Guadalupe. Estuvo vetada por varios años precisamente por el tema que toca.


El nuevo cine mexicano que se realiza a partir de la década de 1990 ha venido abordando con mayor libertad y creatividad los temas religiosos:

“Ave María”, de Eduardo Rosoff (1999), es una alegoría sorjuanesca, sobre una monja intelectual condenada por la inquisición.

"El crimen del padre Amaro, de Carlos Carrera (2002), cuestiona el voto del celibato, pues trata la historia de un joven sacerdote que se enamora de una muchacha de su parroquia.

“Morirse está en hebreo”, de Alejandro Springall (2007), es una interesante comedia sobre la comunidad judía en México, abordando específicamente la ceremonia judía del duelo.

“Luz silenciosa”, de Carlos Reygadas (2007), es una película minimalista que presenta un drama familiar en una comunidad menonita en el norte de México.


“Malos hábitos”, de Simón Bros (2007), presenta tres casos de anorexia, uno de ellos es una monja que sacrifica su salud por el bien del mundo.

“Desierto adentro”, de Rodrigo Plá (2008), aborda el fanatismo y la demencia de un desertor de la guerra cristera, quien funda su propia secta.

“Morenita: el escándalo”, de Alan Jonson Gavica (2008), se atreve a desarrollar un thriller sobre lo que pasaría si de repente se roban el ícono más popular de la religiosidad mexicana: el ayate de la virgen de Guadalupe que está en la basílica.


“Marcelino, pan y vino”, de José Luis Gutierrez (2010), es un remake del clásico español, pero esta vez ambientado en la revolución mexicana.

“Cristiada”, de Dean Wright (2012), presenta el conflicto religioso mexicano de los años veinte, pero en torno a un general regiomontano ateo, quien se une a la guerra cristera.

Alguien dijo que toda buena obra de arte debe tratar sobre los tres grandes temas universales, que son la religión, el amor y la muerte, y vemos que el primero, la religión, es un tema recurrente en el cine mexicano; pero es interesante observar cómo ahora, en una sociedad con pluralidad religiosa, el abanico de confesiones se abre ampliamente para dar cabida a otros credos y no sólo al universo católico, porque, después de todo, el cine es un reflejo, con dosis de creatividad y belleza, de nuestra realidad.


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