sábado, 26 de mayo de 2012

Trece directores del cine mexicano


Así se titula el libro de la periodista Beatriz Reyes Nevares, el cual puede resultar una delicia para todos los amantes del séptimo arte, y en especial para los que aman el cine mexicano. Fue publicado a principios de los setenta, pero es muy valioso porque, como lo dice su título, recoge las entrevistas de trece directores del cine mexicano: el recorrido comienza con tres de sus iniciadores: Emilio “El Indio” Fernández, Alejandro Galindo e Ismael Rodríguez; luego sigue con dos directores que alcanzaron el nivel de genios: Luis Buñuel y Luis Alcoriza; y después abre paso a ocho directores jóvenes, quienes en esa época estaban inaugurando lo que se consideraba el “nuevo cine mexicano”, ellos son: Felipe Cazals, Salomón Laiter, Juan López Moctezuma, Jorge Fons, José Estrada. Sergio Olhovich, Arturo Ripstein y Alberto Isaac.

El ritmo de las entrevistas es muy ágil, nada acartonado, con pláticas que se nos antojan de sobremesa, y en verdad algunas se realizaron en restaurantes. Beatriz Reyes es una periodista muy inteligente y experta en cine, por lo cual sus entrevistas no se limitan a preguntas cortas ni formales, sino espontáneas, profundas y en su mayoría provocativas, con las cuales logra sacarles no meras opiniones, sino prácticamente cátedras de cine.

“El Indio” Fernández, considerado el verdadero creador del cine mexicano, cuenta cómo siendo joven se fue exiliado a Estados Unidos por apoyar al expresidente Adolfo de la Huerta, y que estando en Hollywood este político lo incitó para que se dedicara al cine, pues le dijo: «México no quiere ni necesita más revoluciones. Emilio, está usted en la meca del cine, y el cine es el instrumento más eficaz que ha inventado el ser humano para expresarse. Aprenda usted a hacer cine y regrese a nuestra patria con ese bagaje. Haga cine nuestro y así podrá expresar usted sus ideas de tal modo que lleguen a miles de personas. No tendrá ningún arma superior a ésta» (p. 22).

Ya sabemos que “El Indio” le hizo caso a don Adolfo, regresó a México e inicio un cine auténticamente nacional. Hizo obras tan buenas como “María Candelaria”, la cual dice que escribió en trece servilletas de un restaurante y luego se las envió a Dolores del Río, quien sería su protagonista principal. Esta obra, cuenta Emilio, fue menospreciada por los productores mexicanos, quienes la consideraron una “mierda de indios”, pero fue honrada en el extranjero, pues en 1946 se llevó la Palma de Cannes (pp. 28-29).

Pero las ideas expresadas en este libro van más allá de la situación histórica de los entrevistados, pues éstos también hacen aportaciones muy importantes sobre su arte. Por ejemplo, Felipe Cazals reivindica la calidad del cine y anticipa los valores con los que deberá desafiar al público del futuro, dice: «Nos iremos encaminando a un nuevo concepto del cine. Ya no será para un consumidor, como lo es ahora, sino para un auténtico espectador. Por ahora la confusión de consumidor y espectador es el problema más grave en relación con el destino de la obra fílmica. Las gentes que asisten a ver películas son seres rumiantes que van a comer palomitas de maíz. El espectador futuro irá de verdad a ver una película y a participar en ella como participa todo hombre cuando se enfrenta a una obra de arte» (p. 103). Así, Cazals aboga por un cine más propositivo y un espectador más inteligente, mensaje que debe ser recuperado y gritarse a los cuatro vientos en este tiempo cuando sigue abundando ese cine palomero de que hablaba el cineasta.

Por su parte, el novel director Juan López Moctezuma sostiene que el cine sólo sobrevivirá si persevera en ampliar el espíritu y la cultura del público: «Si no estamos de acuerdo en el ángulo artístico y si no estimamos que el cine, como arte, ha de ocuparse de elevar el nivel espiritual y cultural de los espectadores, si insistimos en que estos constituyen una parvada de idiotas y en que no vale la pena darles productos de calidad elevada porque no van a entenderlos, si hacemos todas estas cosas condenaremos para siempre a nuestro cine» (p. 127). Irónico es que un año después de esta entrevista López Moctezuma estrenó su película “Alucarda” (1975), la cual fue incomprendida y resultó escandalosa para mucha gente, de tal manera que este artista se convirtió casi en un proscrito del cine mexicano.

Otros cineastas piensan más en un cine con orientación social, como Sergio Olhovich, quien apuesta por un cine que trascienda las fronteras nacionales y se convierta en un cine latinoamericano, el cual ha de reflejar las condiciones de vida de nuestros pueblos, pero sobre todo deberá estar identificado con los movimientos políticos de liberación (p. 160-161).

Interesantes son también las anécdotas que los directores cuentan sobre sus películas más famosas, como Jorge Fons, quien dice no estar satisfecho con “Los cachorros”, cosa que sorprende porque ésta ha sido la cinta más emblemática e interesante de su larga carreta. José Estrada cuenta que él tuvo que familiarizarse con el mundo de las prostitutas para rodar su película “El profeta Mimi”, la cual trata sobre un psicópata religioso que se mueve en el bajo mundo. Y Arturo Ripstein, el más joven de todos, dice que rodó “El castillo de la pureza” basado en un caso real, sobre un hombre que encerró a su familia por dieciocho años para que no se contaminara con el mundo; pero después de rodada la película, Ripstein se enteró de que los hechos fueron más sombríos que los que él imaginó y plasmó en su obra.


En fin, este libro está lleno de buenas lecciones de los grandes maestros del cine, el cual en su primer siglo de vida se dedicó a autodefinirse y afirmarse, como lo demuestran estas entrevistas, las cuales se resumen en el postulado del maestro Jorge Fons: «El cine de calidad es un cine revolucionario y es cine de calidad el que aporta algo para el hombre» (p. 138).


Trece directores del cine mexicano
Beatriz Reyes Nevares
México: SEP Setentas, 1974
191 págs.