viernes, 4 de mayo de 2012

Lutero


SIMUL IUSTUS ET PECCATOR


Martín Lutero (1483-1546), padre de la reforma protestante, ha sido considerado como una de las cien personas más importantes del milenio que recién terminó, según algunas revistas de opinión, por lo cual se echaba de menos una película que diera a conocer su vida y aporte a la nueva generación. Y digo a la nueva generación, porque existe una película anterior: “Martin Luther”, de Irving Pichel (1953), en blanco y negro, que también es muy buena, pero la cual ha sido prácticamente relegada al olvido, de modo que muy pocos la conocen.

“Lutero”, de Eric Till (2003), tiene la singularidad de presentar un retrato moderno y liberal del monje que rompió con la Iglesia Católica, el cual no sólo puede sorprender a los espectadores católicos, sino aún a los protestantes o humanistas acostumbrados a verlo como un santo. Lo primero que llama nuestra atención es que Martín Lutero es interpretado por el actor inglés Joseph Fiennes, el cual contrasta con los retratos que conocemos del reformador alemán, porque aquél es un galán y Lutero era muy feo, tenía cara de sapo… Así que al principio cuesta un poco de trabajo creer que Fiennes sea Lutero, pero una vez que vemos su bien lograda actuación, aceptamos de buena gana su elección. Un segundo elemento que da realce a esta cinta es el actor hispano-británico Alfred Molina, quien suele representar papeles de villano, aquí no es la excepción, pues da vida al despiadado monje Tetzel, la escena donde para asustar a la gente con los tormentos del infierno pone su mano sobre una llama es muy buena.

Pero la fuerza de esta película creo que radica en el retrato liberal que nos presenta de su personaje. Lutero aparece aquí como un hombre con temores y dudas, cosas que han sido bien detalladas en los diversos libros biográficos que hay sobre él, pero que son desconocidas por la mayoría de las personas. Lutero en esta película le tiene miedo al rayo, habla con el demonio y se pelea con él, tiene dudas sobre su propia salvación y hacia el final de su vida hasta parece arrepentirse de su empresa reformadora al ver la ola de violencia que desató. Pero esto no significa que Lutero sea pusilánime y no tenga convicciones, al contrario, en momentos se le presenta cuestionando con inteligencia a sus maestros de dogmática, denunciando con coraje a los vendedores de indulgencias y ayudando con amor a los pobres que la Iglesia había desatendido. En esta tónica una escena muy hermosa es en la que Lutero es llamado a juicio por la curia romana, la cual le insiste en que se retracte, y a la que él responde afirmando su fe en la Biblia. Pero la cereza en el pastel de esta película es el romance de Martín Lutero con la monja Catalina Von Bora, el cual sellan con un apasionado beso.

En resumen, el Lutero de Eric Till es un “santo”, pero un santo de carne y hueso, que llora, que duda, que cree y que ama, una excelente versión cinematográfica de la frase con la que el mismo Lutero definió a todo cristiano: “Simul Iustus et Peccator”.


LUTHER
Eric Till, 2003, Alemania
Con: Joseph Fiennes, Bruno Ganz, Alfred Molina, Peter Ustinov
123 min.



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