En busca
de un gran maestro
Esta película es una obra neta de
Bernardo Bertolucci, porque él inventó la historia y luego, en 1992, la
dirigió. No es uno de los grandes trabajos del veterano italiano, pero sí de
los que han levantado gran interés; de hecho, Gordon McGill escribió una novela
a partir de la película, un libro emocionante y bien escrito que ha alcanzado
cierto éxito.
La historia comienza en la década de 1990,
cuando dos monjes budistas tibetanos viajan a Estados Unidos en busca de la
reencarnación de su maestro, el lama Dorje. Ellos creen que éste pudo haber
renacido en un niño americano porque él vivió un tiempo en este país en donde
se dedicó a propagar la doctrina budista. Después de ocho años dan con un niño
de nombre Jesse, el cual parece reunir los primeros requisitos, pues nació en
la misma fecha y hora en que el lama Dorje murió en el Tibet. El niño vive con
sus padres, una pareja joven de confesión metodista; los monjes intentan
convencerlos de que dejen viajar a su hijo al Tibet para que sea sometido a
otras pruebas para comprobar si es o no la reencarnación de su maestro. En ese
proceso regalan al niño un libro con la historia del príncipe Siddharta, el
cual comienza a ser leído por el pequeño y sus padres. Con su lectura somos
transportados 560 años antes de Cristo y conocemos quién fue ese personaje que
ha pasado a ser conocido como Buda, que significa “el iluminado”. Después de
las primeras lecturas, los padres, aunque no se han convencido de la doctrina
budista, son persuadidos a permitir que su hijo viaje al Tibet y conozca otra
cultura. Jesse viaja al Oriente acompañado de su padre y ahí continúa tanto la
aventura del príncipe Siddharta, como las diversas pruebas que él tendrá que
pasar para saber si es el lama reencarnado.
Considero que lo valioso de esta historia
es darnos a conocer la vida de Siddharta Gautama (interpretado aquí
atinadamente por el actor anglo-hawaiano Keanu Reeves), la cual está envuelta
en la leyenda, porque los primeros relatos biográficos de “Buda” aparecieron
varios siglos después de su muerte. Pero como toda leyenda, sin duda tiene un
trasfondo real, al menos podemos suponer que Siddharta fue un hombre muy sabio
y benévolo que se inmortalizó por haber hecho el bien a sus semejantes. Un
hombre cuya vida trascendió su propia historia y hoy sigue iluminando aun a
personas de otros credos, quienes reconocemos que los grandes maestros
espirituales son la voz de una conciencia universal que llama a los hombres a
rectificar sus caminos y a vivir conforme a los valores humanos más elevados.